Llorar en el aeropuerto. Me ha pasado varias veces y no lo recomiendo. Nadie quiere ser esa persona llorando por el terminal, pero si te pasa a ti, hay que aceptarlo.
Hace un par de años, estaba llorando en el aeropuerto justo antes de subir al avión – gotas grandes y no pararon. El chico escaneó mi tarjeta de embarque, me miró y me dijo, “Esta bien no estar bien.”
Empecé a llorar más porque en ese momento no estuve bien y no tenía la energía para ponerme una sonrisa y decir, “Estoy bien.” Respiré y cabeceé con una sonrisa de agradecimiento. No había necesidad de presentarme como una persona perfecta con la vida arreglada para subir al avión. Está bien llorar por el terminal. Está bien no estar bien.
Da algo de libertad cuando alguien te da permiso no estar bien. Un día una conocida me pidió disculpas por ser un Eeyore y no un Tigger ese día. Dijo que estaba desanimada por varios motivos. Le dije, “No me pidas disculpas. Está bien no estar bien.” Me miró y lo reiteró, como si nunca hubiera estado segura de la idea: “Si que esta bien no estar bien, verdad?”
Después me preguntó si la podía usar la frase en su próxima obra de arte. Quizás me haga famosa. O debería ser famoso ese chico que trabaja con la aerolínea, que no me conoció, pero no se encogió al ver mis lágrimas.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.” (Salmos 42:5) Dios puede con mis tristezas y quiere que esté con él, esté como esté. No tengo que arreglarme antes de acercarme a él. Pero tampoco me quedo así, compadeciéndome. Hablo con mi propia alma, dando importancia a lo difícil que estoy viviendo, pero también diciéndome que hay que esperar, hay que cantar, hay que alegrarme en Dios.
“Oye, Rebecca, escúchame, que te tengo que hablar. Te voy a recordar de algunas cosas, alma mía.” Allí está la diferencia. Se puede tener dolor, y reconocerlo, pero aun así tener una paz profundo que solo Dios me da y una alegría que no cambia con las circunstancias de la vida.
Estés donde estés hoy, pases lo que pases, acuérdate que está bien no estar bien. No hay que fingir. Déjate pasar por el duelo. Rodéate con la gente que te va a abrazar sin palabras y después, en el debido tiempo, va a ayudarte a sanar, a aprender del duelo, y a seguir adelante. Y después da a alguien en tu vida el permiso no estar bien contigo si realmente no está bien. Compartamos las alegría de la vida juntos y también las cargas y tristezas.